domingo, 9 de mayo de 2021

El Pago y otros cuentos absurdos de Eduardo Milla

 


El Pago y otros cuentos absurdos es la primera obra publicada del escritor hondureño Eduardo Milla, cuya creatividad y destreza narrativa mantiene la atención y sorprenden en sus tramas con las acciones inesperadas de sus personajes. Además, la complejidad de su trasfondo exige nuevas lecturas y amerita un análisis a profundidad desde la teoría literaria.

A grandes rasgos, como bien lo indica en el título, esta antología de cuentos se enmarca en el género de la literatura de lo absurdo, presentando las características de lo absurdo y surrealista, el sinsentido, la exageración, la alteración de la esencia de los seres y la realidad, la carencia de identidad y existencia, la pérdida del sentido del tiempo que experimentan sus personajes; contradicciones que revelan una crítica sobre la condición real de nuestra época, haciendo crítica de la sociedad; denunciando tanto la inmoralidad, la injusticia y la alienación del ser humano.

Dando continuidad a este estilo de narrativa, en esta obra de Eduardo Milla podrá percibirse la influencia de grandes autores, tales como Nicolai Gogol, Franz Kafka, George Orwell, Albert Camus; y, por qué no decirlo también, de Miguel de Cervantes. Podrían mencionarse otros nombres de escritores que han enriquecido este género de literatura, tales como Samuel Beckett, Italo Calvino y José Saramago; pero no viene al caso buscar similitudes en la originalidad de la obra de Eduardo Milla.

El Pago y otros cuentos absurdos contiene siete cuentos: El Galeote, El Pago, La Llamada, El misterio de los elefantes blancos, La muerte de Horacio, La última burla de Don Juan y Los Sacos.

En El Galeote, se recrea el relato de los galeotes de la novela El Ingenioso Hidalgo Quijote de la Mancha, en el cual se narra que el Quijote liberó de la Corona a un grupo de reos condenados a trabajar como remero en las galeras españolas; pero luego es golpeado y asaltado por los mismos criminales por insistir con una petición absurda. La novedad de este cuento de Eduardo Milla reside en que este relato de Cervantes es narrado por uno de los galeotes, en cuyo monólogo reflexiona sobre ese acontecimiento sin sentido, manifiesta el malestar de su conciencia y pone al descubierto una de las ironías de nuestra sociedad: el bien se paga con mal; y viceversa, el mal se paga con bien. O bien, la sociedad tiene por loco a quien busca hacer el bien.

De igual manera, La última burla de Don Juan recrea la historia de Don Juan Tenorio, personaje del escritor José de Zorrilla, del cual se han escrito otras obras basadas en la original. Partiendo de un estudio preliminar de esto, un buen lector podrá apreciar el conocimiento que Eduardo Milla posee de estos antecedentes. En este cuento, tras consumar su vida libertina, de un lugar a otro del mundo, Don Juan vuelve a Sevilla, donde pronto se entera de que ha sido olvidado y todos aquellos que conocía yacen bajo tierra. Don Juan convida a los muertos y ni el Diablo acude a la cena; su última burla consistirá en enfrentarse a su propia existencia y destino en la senectud.

Otro cuento en el que se recurre a la intertextualidad es La muerte de Horacio, una especie tributo al escritor Horacio Quiroga. La historia transcurre en un hospital de Buenos Aires, donde Horacio espera su muerte debido a un cáncer que lo atormenta; allí conocerá a Vicente, un enfermo que ha vivido toda su vida escondido debido al desprecio que le profesa la sociedad. Este sujeto desconocido se convierte en el cómplice de Horacio para perpetrar su suicidio. Irónicamente, la muerte de Horacio marca el inicio de la existencia de Vicente.

En El Pago, como protagonista de la historia, el narrador da testimonio de las condiciones laborales injustas que afronta tanto él como los demás empleados de una empresa. Todas sus vicisitudes comienzan cuando el pago se atrasa; el tiempo transcurre y todos los empleados permanecen a la expectativa con la esperanza de que pronto se les acreditará el pago; sin embargo, pasan los meses y los problemas personales aquejan a los empleados. Sumidos en la desesperación, agobiados por los problemas y las constantes humillaciones, algunos recurrirán a tomar acciones descabelladas. Pero, el protagonista se verá impulsado por la indignación a encarar al gerente, un jefe al cual no verá y nunca tendrá certeza de su existencia.

Abordando también esta temática laboral, La Llamada narra cómo el despido sorpresivo de un empleado, el cual trabajó durante años para una empresa, cambiará dramáticamente su vida. Tras perder su statu quo, con la esperanza de volver a ser contratado, seguirá trabajando sin recibir pago; su condición sobrehumana lo convertirá en una persona inexistente, un fantasma que ronda por las oficinas de la empresa.

Los sacos es uno de los cuentos más sobrecogedores. Misteriosamente, en diferentes lugares de la ciudad comienzan a aparecer sacos; nadie sabe de qué se trata el hecho ni qué contienen los sacos. Ante el primer indicio de preocupación de los ciudadanos, el gobierno y los medios comienzan a especular y crear un mito en torno a los hechos que encubren. Por cuenta propia, un grupo de amigos comienza a investigar el origen de los sacos. A medida que intentan hacer progresar la investigación, se dan cuenta de la disfuncionalidad del Estado y la calamidad intelectual de la ciudad. El escalofriante desenlace de los acontecimientos lleva al protagonista a descubrirse como un deshecho del sistema. Finalmente, tras haberse salvado de una muerte posible, al protagonista se le hace saber que la verdad tiene un precio muy alto.

El Galeote

Recuerdo aquella tarde que lo conocí. Íbamos todos encadenados de manos y pies, como prisioneros del Rey. Mientras éramos escoltados por los soldados de su majestad el Rey, lo vimos aparecerse; de inmediato, su figura nos deslumbró a todos. Iba vestido como es de la usanza de los caballeros y lo acompañaba un hombre bajito. Él iba sobre un caballo muy viejo y el gordo sobre un jumento demacrado. Han pasado muchos años desde ese evento, el encuentro me cambió por completo la vida. Lo que le tiene que pasar a un hombre para que su destino sea marcado es completamente absurdo. Recuerdo a ese hombre extraño, aventajado y loco. A través de los años he intentado convencerme, si era una especie de santo o realmente estaba loco; no importa, lo que importa es que conocerlo me salvó la vida. Pero como cada vez que nace un hombre bueno en este mundo, es necesario darle de pedradas para descubrir si es real.

La verdad es que nos atemoriza el hecho de que alguien tenga buenas intenciones. Estamos acostumbrados al mal, a devolver el mal por bien; este mundo nos ha hecho vulgares y violentos. No toleramos la justicia y la bondad, siempre esperamos de los demás lo peor. Es por eso que cuando él nos liberó no supimos hacer otra cosa más que darle de pedradas hasta romperle los huesos, junto con su caballo y su gordo acompañante. La vida es continuamente extraña, no ha vuelto a nacer un hombre como ese, quizás estaba loco; es decir, quién puede hablar de esperanza en tiempos de completa desesperanza.

El caso es que ese día, al escuchar nuestras mentiras de porqué íbamos presos, se compadeció de nosotros y nos liberó de nuestras cadenas, peleó contra los guardias del rey; y nosotros aprovechando la oportunidad, despojamos de sus armas a los demás y, al verse vencidos por nosotros, decidieron huir. Este hombre solo pedía una cosa, algo que no podíamos comprender y nos pareció un disparate, porque ninguno de nosotros amaba realmente de la manera que la amaba a ella. Lo único que nos pidió era que presentáramos respetos a su amada. Alguien por ahí propuso que podía ser sustituido por rezar unos Ave María; pero para este hombre no había términos medios, jamás sustituiría su amor por ella por un par de rezos de parte de unos criminales como nosotros.

Su terquedad nos impacientó, por qué tanta insistencia por presentarle respetos a su amada. Así que hicimos lo que suele hacerse a humanos que realmente aman: le dimos de pedradas, incluso al gordo, que pudo cubrirse detrás de su asno. Luego, todos nos dispersamos, todos huimos; pero me quedé cerca a ver qué sucedía, y subí a una posición elevada donde no podían verme. Fue entonces cuando escuché lo que dijo el gordo: El hacer bien a villanos es echar agua en la mar. Al escuchar esto sentí en mi corazón un estremecimiento que se siente cuando se sabe que toda tu vida no valió la pena, menos un momento y fue ese.

El hecho de que nos liberara de una eterna condena de trabajo forzado en las galeras cambió mi vida. Es que este hombre era una especie de caballero andante, pero quien pelea por la justicia en tiempos en que la corrupción es la norma para ser humano. Años han pasado desde esto. Yo decidí formar una familia; mi esposa e hijos jamás supieron que alguna vez en mi juventud fui un criminal. Todo se lo debo a ese hombre. Aún recuerdo su rostro ensangrentado, lo puedo ver de cerca; cuando después de apedrearlo lo despojé de sus pertenencias, él me miró, y dentro de mí sentí una profunda vergüenza.

Años después pude leer los escritos de Cide Hamete Benengeli, en donde se le da a conocer como Don Quijote. Supe de su muerte al leerlo, es por eso que decidí escribir esto. Siempre le deberé a él mi libertad, aunque siempre seré prisionero de sus palabras. Quizás devolver el agua al mar sea una insensatez, y crean que en nada contribuye; pero digo que este hombre hacía más que regresar el agua al mar, que todos nosotros juntos que tenemos miedo a hacer lo correcto. Hablar de lo correcto para un criminal es difícil, verán, nunca se deja de ser un criminal. Pero de lo que sí estoy seguro es que esa tarde Don Quijote cambió mi vida, esa tarde me convertí en un seguidor del caballero de la triste figura, en mi corazón albergué la esperanza de un mundo mejor. Ese hombre me enseñó a nadar contra la corriente, a combatir mis demonios y luchar contra los molinos de viento de mi corazón. Y sobre todo me enseñó a amar donde el odio y la violencia es la norma. Siempre recordaré sus ojos tristes y llenos de esperanza, ahora lo sé, quizás él no estaba loco; sino que todos nosotros lo estábamos. Es por eso que pienso que quizás la mayor locura es querer hacer el bien en un mundo donde la injusticia es la costumbre de todos los humanos, pero prefiero creer que soy parte de agua que Don Quijote arrojaba al mar.



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